Repentinamente aparece una joven mujer. Viste un buzo sucio y su rostro es humilde. Lleva una bolsa con guaipe y un balde. Cruza la sala sin mirarnos y desaparece por la puerta que conduce hacia los núcleos de celdas de reos. Sigo listando detalles, y mi voz se mezcla con ruidos electrónicos del radio de mi acompañante. La baranda está suelta, falta vitrificado del piso, las cajoneras del mesón de juez están mal pintadas. Muchas de las observaciones las repito en tono de letanía. Las he visto decenas de veces en cada sala de Audiencia. Me cansa verlas aparecer nuevamente como calcadas de las faltas del piso anterior. Me acentúan la monotonía.
Para romper el tedio me quejo con el capataz por la mala calidad de las terminaciones de carpintería. Con tono de broma le comento que maestros tan diestros tiene la constructora que cometen invariablemente las mismas faltas. Le digo que deberían encerrarlos en las celdas que están contiguas. No espero respuesta de parte de él. Se que no comentará nada y solo dirá algo condescendiente. Viste una chaqueta de seguridad roja y se llama Belarmino. Ha tenido ocho hijos y tres matrimonios de hecho. Es bajo y regordete. Tiene una barba y bigote a lo “pera de chivo”. Siempre está atento al radio y no objeta ninguna de mis observaciones. Con su actitud de comparsa es un acompañante agradable. No se, pero al mirarlo se me viene a la mente el personaje de Sancho Panza.
Intercambiamos breves palabras cada media hora. Le comento sobre su jefa Aurora y su carácter implacable. Una mujer a cargo de la construcción del edificio. La he visto fulminar a los contratistas más prepotentes con sus palabras en ráfaga, sin dejarles ningún espacio de réplica. Reímos. Coincidimos en que nos cae bien (al menos eso me dice), y que se nota “su mano” en la calidad de este edificio, comparado con los otros que he revisado (y que fueron dirigidos por hombres). Curiosa característica. Una mujer fuerte y ruda en el trato, pero delicada y fina en la construcción. Me inspira cierto respeto.
Pero suena la radio de Belarmino y es la propia Aurora que le habla consultándole cosas de andamios y dándole instrucciones. El avisa que está en ese momento con “el inspector” y Aurora corta con un “OK”. Suspiro. Miro la lista que llevo en mis manos y me largo a relatar los detalles ya tantas veces repetidos, mientras espero llegue ya la hora del almuerzo: Alinear borde de cielo falso, ajustar palmetas, nivelar líneas de luminarias, detector de humo mal ubicado, falta enchufe al costado del mesón del juez…