
photo credit: Fran Simó
Recuerdo que en la universidad me tocó asistir a varias exposiciones de tesis en que el tema rondaba la relación entre publicidad y arquitectura, publicidad y espacio público.
Recuerdo investigaciones que estudiaban cosas como los carteles en las terrazas de los edificios, proyectos de fachadas publicitarias multimedia, los centros comerciales, etc, etc. En general, dichas investigaciones y trabajos estaban enfocados en explorar una serie de conceptos asociados que parecían muy vanguardistas como las tecnologías multimedia, las formas de transmitir mensajes de la publicidad en la ciudad (muy influenciado por la experiencia de la ciudad de Las Vegas, analizado en “learning from Las Vegas” de Robert Venturi), y las nuevas relaciones entre espacio público y espacio privado comercial.
Pero haciendo memoria, entre los diferentes enfoques y recursos de dichas investigaciones, algo común había en varios de esos trabajos que creo podría ahora identificar muy bien. En general (no todas por supuesto) eran investigaciones carentes de un espíritu crítico.
Se entiende por supuesto, que siempre existe en el investigador un apasionamiento por el tema que investiga. Pero eso no quiere decir que esa visión lo obnubile sobre lo positivo y negativo que está al trasfondo de su objeto de estudio.

photo credit: Patricil
Heineken + tram + bikes = Amsterdam
Un buen investigador debe estar al servicio de la verdad. Todo trabajo puede general valor, y este será aún mayor cuanto mayor sea el conocimiento del objeto de estudio. Por eso, la crítica debe ser parte de todo estudio.
Por ejemplo, el trasfondo más oculto y negativo de la publicidad en los espacios públicos, es uno de los temas que toca el libro “No logo: el poder de las marcas”, de la investigadora canadiense Naomi Klein (2001). En la wikipedia pueden encontrarse un resumen de los diferentes capítulos.
Mientras que en el contexto general, el público y las autoridades hablan de “contaminación visual”, y “regulación” al referirse de la publicidad y los carteles en la ciudad, se olvida el hecho mismo de que la publicidad en el espacio público no es un condicionante de los tiempos modernos o de los avances tecnológicos. Y que no puede extralimitarse hasta hacer perder el valor de los espacios públicos no comercializados, a los cuales tenemos derecho.
Bueno, recién he comenzado a leer el libro, así que no haré más comentarios, salvo que si alguien está interesado en darle una ojeada, en la web pueden encontrar algunas traducciones para descarga.
Los arquitectos debemos tener presente no solo lo estético que resultan los nuevos recursos que entregan la multimedia, sino que debemos ser conscientes de aquellos aspectos críticos de dichos recursos. De modo de no caer en ser meros instrumentos que trabajan para el control sobre el espacio público, por intereses particulares.
Investigar el impacto en las ciudades y el espacio urbano por la publicidad y la multimedia, es tanto para descubrir el valor de las nuevas tecnologías en la forma de comunicar mensajes, como en reafirmar el valor de los espacios públicos no comercializados.